El sábado regresó. Aprovechando el parón liguero de la Liga BBVA acudió a Balaídos, concretamente a la grada de Tribuna, para presenciar el encuentro disputado entre sus dos ex-equipos, aquellos en los que más ha destacado y que le han servido como trampolín para alcanzar el sueño que todo futbolista desea lograr: jugar en Primera División.
Estamos hablando, claro está, de Roberto Trashorras. Un jugador al que, a mi modo de ver, el Celta está echando mucho de menos. Es cierto que no era un futbolista con carácter, sacrificado, era irregular, intermitente, desaparecía en ocasiones, corría lo justo y defendía lo mínimo, por no decir nada. Pero también es verdad que cuando la pelota pasaba por sus pies algo bueno podía ocurrir. Era la batuta del Celta, la cabeza pensante que hacía funcionar todas las piezas, las cuales se movían al ritmo que marcaba su mente. Lento en la conducción y vertiginoso en los pases, siempre encontraba el hueco justo, el momento exacto para regalar una asistencia de gol. Cuando no funcionaba, los celestes se apagaban; cuando se le encendía la bombilla, los de Herrera eran capaces de todo.
Pero, en un sinsentido inexplicable, el club decidió prescindir de él, ofreciéndole la puerta de salida, a la que no tardó en aparecer el Rayo para disfrutar de sus servicios en la Liga de las Estrellas. Desde entonces, el Celta, en este primer mes y medio de temporada, ha padecido un evidente defecto en la creación de juego ante la ausencia de un organizador, un futbolista capaz de comandar y dirigir las acometidas ofensivas del conjunto. Las victorias han llegado más por una combinación de errores del rival y calidad individual viguesa que por el desarrollo de un patrón de juego establecido; mientras, las derrotas han reafirmado ese pensamiento de que el Celta es incapaz de desarbolar a defensas bien plantadas en medio campo propio, sobre todo en Balaídos.
Sin embargo, dentro de los siete partidos ligueros con sus 630 minutos, consigo rescatar, más o menos, una hora de juego, repartida entre los encuentros frente a Valladolid y Las Palmas, en la que los vigueses ofrecieron un fútbol vistoso, combinativo, abundante en ideas y con la suficiente capacidad como para crear peligro. Esa versión, a la cual debemos agarrarnos los celtistas para confiar en que este equipo puede y debe luchar por el ascenso, presenta una característica concreta, un denominador común presente en ambos momentos: Joan Tomás.
El catalán comenzó la temporada inmerso en un escándalo extradeportivo, motivado por una alocada noche viguesa. Con la etiqueta de juerguista instaurada, comenzó la campaña de manera similar a como transcurrió la anterior; es decir, en el banquillo. Sus apariciones se limitaron al torneo copero, donde anotó un gol, y a escasos minutos en los compromisos ligueros. Pero entonces llegó el partido de Valladolid. Herrera, en busca del gol del empate, decidió prescindir de Natxo Insa en el doble pivote para introducir al mediapunta por delante de Oubiña y Álex López. El cambio surtió efecto y el Celta se mostró mucho más peligroso de cara al marco de Jaime, gozando de múltiples ocasiones para darle la vuelta al partido. Por primera vez, el Celta dio sensación de poder desarbolar al rival en ataque estático, con la pelota en los pies, y no sólo a través veloces, a la vez que previsibles, contraataques. Los vigueses demostraron que eran capaces de ofrecer otra cosa, de jugar otro fútbol distinto al que todos los equipos tienen estudiado y casi contrarrestado.
En Soria volvió a disfrutar de los minutos de la basura, pero el sábado antes Las Palmas Herrera le concedió una oportunidad dentro del once. Consciente de que necesitaba dar un golpe de timón para revertir la negativa dinámica en Balaídos, el técnico apostó por modificar el esquema del equipo, convirtiéndolo en un conjunto mucho más atrevido, con sólo dos pivotes (uno de ellos de carácter ofensivo como Álex López) y un mediapunta haciendo labores de enganche. Esto es, abandonó el 4-3-3 de siempre para apostar por un 4-2-3-1. Bajo mi juicio, el resultado fue fantástico durante la primera parte. El Celta dominó y generó ocasiones de gol fruto de su notable presencia ofensiva. Álex López era el encargado de la transición defensa-ataque, justo por detrás de un Joan Tomás entre líneas con posibilidad para combinar en banda con De Lucas u Orellana y arriba con David. El Celta ensanchó el campo y colocó un futbolista entre el medio del campo y la defensa rival, con total libertad de movimientos y que convirtió en impredecible el ataque vigués. Fueron, sin lugar a dudas, los mejores minutos de los celestes en lo que llevamos de temporada, y si David hubiese estado un poco más acertado, el Celta se habría marchado al descanso con ventaja de uno o dos goles en el electrónico.
La segunda mitad fue otra historia. Joan Tomás notó la falta de minutos y perdió algo de frescura, al tiempo que Herrera estropeó su acierto anterior con unos cambios desastrosos que sentenciaron al Celta. Pero, si nos quedamos con la parte positiva, podemos decir que los vigueses han encontrado algo que les faltaba, esa pieza imprescindible que transforma al equipo en un conjunto peligroso e impredecible. Joan Tomás, en mi opinión, debe empezar a coger importancia en esta escuadra. Es único en cuanto a características dentro del plantel, pues se trata de un 10 puro, un mediapunta a la antigua usanza cuya labor se reduce a organizar el fútbol del equipo, a aportar ese último pase decisivo.
Otrora, esa misión recaía en Trashorras. Con sus defectos, que los tenía, el de Rábade era único en ese aspecto, de lo mejor de la categoría. Su Celta, el del curso pasado, era distinto a este nuevo equipo que plantea Herrera. La temporada pasada, los celestes presentaban tres pivotes (dos eminentemente defensivos) y dos puntas en ataque justo por delante de Trashorras. Más que al 4-3-3, este esquema se ajustaba al 4-3-1-2. En cambio, en la tarde del sábado, Herrera fue mucho más allá, eliminando un pivote para incrustar a Joan Tomás, manteniendo arriba al tridente atacante. Esta propuesta, aunque arriesgada en defensa, es de agradecer, pues nos ofrece un Celta distinto, nada que ver con ese equipo sin ideas de jornadas anteriores.
Frente a Las Palmas salió mal, pero Herrera, bajo mi punto de vista, no debería dejarse llevar por el resultado. El error no está en el esquema de la primera mitad. Espero que demuestre valentía y que, al menos en Balaídos, apueste por repetir la fórmula del sábado. Pienso que con esa filosofía, los vigueses tendrán más posibilidades de cumplir su objetivo que con la ya previsible propuesta anterior. No obstante, al fin y al cabo, el éxito de este modo de juego pasa por que un hombre demuestre el nivel como futbolista que se le presupone y que, por momentos, mostró el curso pasado. Joan Tomás es ese hombre, ese futbolista que, si confirma su calidad, haga olvidar a Trashorras. El Celta se encuentra, en estos momentos, en un viaje de Rábade a Girona. Cuanto antes llegue a tierras catalanas, mejor.
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