¿Primeras críticas?


El domingo pasado, desde mi asiento en la grada de Río Bajo y mientras presenciaba el Celta- Valladolid, percibí un hecho insólito desde hace poco menos de año y medio a esta parte. Paco Herrera, el entrenador que hizo abandonar al Celta esa etiqueta de equipo deprimido y débil convirtiéndolo en un conjunto poderoso y respetado por los rivales de la categoría, ya no era ese técnico incuestionable que contaba con el respaldo absoluto de la soberana hinchada. Escuché los primeros pitos, las primeras reprimendas, las primeras protestas de unos aficionados que ya no concuerdan al cien por cien con las instrucciones que se dictan desde el banquillo.

Es cierto que ya el curso pasado, durante la prolongada crisis de juego y resultados que vivieron los celestes, aparecieron ciertas voces críticas con la labor del entrenador catalán. No obstante, nunca tuvieron la fuerza suficiente como para provocar un cuestionamiento de su posición laboral. Durante todo el año, la afición comulgó con las ideas de Herrera, alabándolo en los momentos de acierto y otorgándole su paciencia durante esa larga travesía de derrotas y empates. Incluso al final, sin lograr el objetivo y en el, a mi juicio, peor planteamiento de Herrera como técnico desde que entrena el Celta (la alineación inicial del partido de Granada), los aficionados no le negaron su apoyo, llegando a vitorearlo en el regreso del equipo al aeropuerto de Peinador.

Pero algo parece haber cambiado esta campaña. Muchos no entendieron la actitud de Herrera durante la pretemporada. Algunos hablaban de “entrenador de club”, mientras otros lo definían como un técnico sin personalidad incapaz de exigir a la directiva la retención en la plantilla de futbolistas importantes como podían ser Michu o Trashorras. Los resultados negativos y el mal juego del equipo frente a Elche y Almería han acrecentado las críticas de ciertos sectores que, aunque reducidos, no concuerdan con las alineaciones, cambios y, en general, propuesta futbolística que viene desarrollando en las primeras semanas de campeonato el técnico catalán. El otro día, tras el gol de Javi Guerra, desde mi zona de Río Bajo, se escucharon reprimendas al banquillo por parte de algunos aficionados, que discutían la fragilidad en defensa, el cambio de Oubiña, etc…

Personalmente, estoy de acuerdo en que, aunque en los dos últimos partidos hemos mejorado, la línea defensiva sigue ofreciendo muchas dudas; también coincido en que este Celta, con los jugadores que tiene, puede y debe jugar mejor al fútbol y no limitarse, como hizo ante ilicitanos y almerienses, a asentarse atrás y apostar por el contraataque como única arma ofensiva; tampoco acabo de entender muy bien los cambios de Herrera en los últimos encuentros (no le veo lógica al de Bellvís el domingo pasado, por ejemplo).

No obstante, pienso que, durante la temporada pasada, el preparador catalán se ha ganado el crédito suficiente para otorgarle un margen de confianza mucho más amplio. Tras tres años nefastos, ha sido el entrenador que nos ha devuelto la ilusión por el ascenso, teniendo, como todos, sus virtudes y sus defectos;y, hasta ahora, se han visto más las primeras que los segundos. El equipo tiene que mejorar, en defensa y en ataque, y eso es algo que hay que exigirle a Herrera. Yo, desde esta web, he criticado el juego del equipo y, por extensión, a su entrenador. Sin embargo, eso no quiere decir que no confíe en él para mejorar la situación. Le exijo lo que puede dar, y, de momento, no hay nada que me diga que Herrera no puede conducir a este Celta hacia Primera División.

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