El Faraón breve


Suele decirse que “lo bueno si breve, dos veces bueno”. Ahmed Hossam, Mido convierte en realidad esta premisa. El delantero egipcio llegó a Vigo en invierno de 2003, como refuerzo estrella del conjunto celeste para intentar alcanzar la meta, años atrás imposible, de jugar la máxima competición continental: la Champions League. Su aparición fue toda una revolución en el combinado vigués, al que le proporcionó un salto de calidad más que notable, vital para conseguir, a final de campaña, tan deseado objetivo.

Mido era diferente a todo lo anterior. Ofrecía unas virtudes escasas, en esos tiempos, en el fútbol español. Eclipsado en el Ajax por la emergente irrupción de Ibramovich, su desembarco en la ciudad olívica fue espectacular. Y no por el Ferrari que lo acompañaba. Su debut ante el Atlhetic de Bilbao en Balaídos supuso una inyección de moral para el celtismo: se había fichado una estrella. En su primer encuentro con la camisola celeste anotó un gol y dejó para la galería jugadas espléndidas como una chilena desde fuera del área que a punto estuvo de colarse en la portería vasca. Su envergadura le permitía desarrollar un gran juego de espaldas, lo que no le hacía estar exento de calidad. De sus botas salieron, en esa mitad de campaña, los regates y filigranas más espectaculares. Fue llegar y besar el santo. En menos de noventa minutos, ya era un ídolo.

Pronto se hizo amigo de los Mostovoi, Jesuli, Edú y compañía. Junto a ellos, formó una línea ofensiva que mantuvo al Celta en la pelea por la Champions. Partidos como el de Pamplona, donde anotó dos auténticos golazos, lo encumbraron como un futbolista excelso, capaz de conducir al equipo hacia el sueño de la Champions. Con esa vitola llegó al vital partido frente a la Real Sociedad. Con los donostiarras en plena lucha con el Real Madrid por el título de Liga, el Celta llegaba a la penúltima jornada con la posibilidad de dar la estocada definitiva al Valencia y certificar su presencia en la gran competición europea. 8000 vascos vieron como Nihat no pudo con la clase de Mostovoi; el ruso, con dos goles, dio una de sus últimas lecciones de fútbol en el día más importante. No obstante fue Mido quien sentenció el encuentro con el tercer gol. La victoria por 3-2, unido al pinchazo del Valencia frente al Barcelona, aseguró el billete celeste para la Champions próxima. Objetivo cumplido.

Tras el baño en Praza América, Mido debía volver a su lugar de origen. Desde Vigo se suplicaba que se hiciese efectiva la opción de compra para retener al delantero egipcio. No pudo ser y Mido hizo las maletas hacia su nuevo destino, Marsella, donde compartiría delantera con Didier Drogba. El Celta se quedaba sin su 9, sin un futbolista único que, por fin, había hecho olvidar a nombres como Penev o Gudelj. Luego llegó Milosevic, pero, a pesar de su buen rendimiento, no fue lo mismo. Mido era distinto a todo.

Después de salir de Vigo, destacó en el equipo francés. Posteriormente, su carrera se estancaría en las filas de equipos como la Roma o el Tottenham. Los asuntos extradeportivos prevalecieron sobre su fútbol, llegando a protagonizar episodios lamentables como su enfrentamiento con el seleccionador egipcio tras un cambio. En el Celta, todavía se le echa de menos. Aunque fugaz en su paso por el club, este faraón hizo motivos más que suficientes para que se le construyese una pirámide en su honor. Gracias Mido.

Moi Celeste

0 comentarios:

Publicar un comentario