El cambio de registro del Celta


Foto: RC Celta

El Celta ha dado un giro inesperado a su trayectoria liguera. Si la pasada temporada se caracterizaba por ser un equipo casi invencible en Balaídos y mucho más irregular lejos de Vigo, el curso 2025-26 ha invertido completamente el guion. Ahora, el conjunto de Claudio Giráldez se ha convertido en una formación sólida, resistente y peligrosa a domicilio, pero que no logra dar con la tecla en casa.

En Balaídos, los resultados hablan por sí solos: seis partidos, ninguna victoria. Los celestes han empatado frente a Betis, Villarreal, Girona, Atlético de Madrid y Real Sociedad, y han sufrido una única derrota, ante el Getafe por 0-2. Los buenos tramos de juego no se han traducido en triunfos, y la falta de eficacia en los metros finales ha pesado en exceso.

En cambio, fuera de Vigo, el Celta muestra una cara totalmente diferente. Salvo el tropiezo en Elche —una derrota por la mínima (2-1) tras una exigente semana con debut europeo incluido en Stuttgart—, el equipo ha firmado actuaciones convincentes, sumando dos victorias y dos empates en sus otras cuatro salidas.

La primera jornada a domicilio, en Mallorca, dejó un sabor amargo: el Celta dominó, se adelantó en el marcador y acabó cediendo un empate (1-1) por un error defensivo en los últimos instantes. En Vallecas, la historia fue parecida. Los de Giráldez se pusieron por delante ante un Rayo en plena forma europea, pero vieron cómo Íñigo Pérez lograba rescatar un punto para los madrileños.

La reacción celeste llegó en Pamplona, en un escenario de máxima exigencia. El Osasuna de Lisci, intratable en casa con 10 puntos de 12 posibles, no pudo evitar la sorpresa: el Celta, más pragmático y efectivo que en otras ocasiones, logró un trabajado 2-3 en El Sadar. Aquella victoria tuvo un valor simbólico enorme: fue la primera de la temporada, el primer triunfo como visitante y también el estreno goleador de Ferrán Jutglà, que firmó un doblete decisivo.

Ese impulso se confirmó apenas una semana después en Valencia. Giráldez rotó masivamente tras el duelo de Copa, dejando a trece jugadores del primer equipo en Vigo, pero el plan terminó saliendo bien. En un partido trabado y con altibajos, el Celta aprovechó la inferioridad numérica del Levante —que jugó con diez desde el minuto 28— y acabó llevándose el triunfo sobre la bocina. Miguel Román, en el minuto 90, cazó un balón suelto tras una acción llena de fe de Mingueza y Borja Iglesias para firmar el 1-2 definitivo.

Esa victoria, agónica y vital, permitió a los celestes dar un salto en la clasificación y confirmar su nueva identidad: un equipo que sufre, que aún busca su versión más reconocible, pero que ha aprendido a competir lejos de casa. Balaídos, de momento, sigue siendo su gran asignatura pendiente. Eso sí, los números en la Europa League recuerdan más al Celta de la pasada temporada, con una derrota en el único partido como visitantes, y dos triunfos en sus dos partidos en casa. Mañana llega el momento de cambiar la inercia. 

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