Cuando el Celta traspasó a Brais Méndez a la Real Sociedad, Carlos Mouriño tuvo un lapsus en una rueda de prensa posterior, y se refirió a este traspaso como un "éxito de la cartera". Rápidamente corrigió y dijo cantera, pero la frase quedó para siempre como un "lo que no se atreve a decir" de manual.
El Celta siempre presume de ser un club de cantera, y desde hace muchos años. Incluso cuando ficha a entrenadores como Rafa Benítez, que sostenían que el salto de Primera Federación a Primera División era imposible para los jugadores del Celta Fortuna. Es evidente e innegable, que el trato a la cantera ha mejorado notablemente desde la llegada de los Mouriño al Celta.
No era muy complicado, porque en la etapa de Horacio Gómez era prácticamente un mero trámite. Había que tener cantera porque todos tenían cantera, pero las opciones de que los jugadores llegasen al primer equipo eran muy restringidas. Algunos llegaron, pero no tenían oportunidades ni los máximos goleadores de Mundiales Sub-20.
No lo tenía muy difícil Carlos Mouriño para mejorarlo, y también es cierto que ayudó la situación económica, y la llegada de Eusebio Sacristán, que empezó a tirar de chicos de la cantera, en su mayoría fichados y formados por la anterior propiedad, que además resulta que respondían deportivamente. Con esa base, bien aprovechada por Paco Herrera, llegó el ascenso de 2012 tras cinco años complicados en Segunda División.
Pero fue ahí también donde el Celta empezó a comprobar que esos chicos, además de aportar en lo deportivo, tenían un valor de mercado nada desdeñable. Los traspasos de Joselu o Denis Suárez, ambos por 1,5 millones de euros, ayudaron en un momento muy delicado, al igual que el de Jordi Figueras, que no era un canterano propiamente dicho, pero procedía del filial y se fue a Rusia por 1 millón de euros.
Después llegaría el traspaso de Iago Aspas, por poco menos de 10 millones de euros, que prácticamente zanjó la deuda del Celta y el equipo quedaría totalmente saneado con la venta de Santi Mina al Valencia por otros 10 kilos. A partir de ahí llegarían otras ventas de canteranos, como la de Pape Cheikh, por 10 millones, o la de Borja Iglesias, también por esa cantidad, aproximadamente la cláusula de rescisión de ambos. Brais Méndez dejó otros 12 millones de euros, en una venta bastante mejorable, pero la más importante fue la de Gabri Veiga, que se fue por unos 30 millones de euros, después de otra frase famosa: "No lo queremos vender, pero nos lo van a comprar". Y sí, lo compraron, por 10 millones menos de su cláusula de rescisión. De esa frase, solo era cierto el segundo supuesto.
Hubo otras ventas de canteranos por cantidades menores, como las de Yoel y Rubén Blanco, o la de Jonny Otto, que se fue por unos 6 millones de euros al Atlético de Madrid, y a renglón seguido por 20 al Wolverhampton. En total, con la venta de Fer López, ya son más de 100 millones de euros lo que ha recaudado el Celta por venta de canteranos, según señala La Voz de Galicia. Todo un motivo para seguir invirtiendo en la cantera. Una pena que los disfrutemos tan poco, pero no se puede tener todo. El éxito ya sabéis de qué es.
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