Dicen que los equipos suelen ser el reflejo de sus entrenadores, y más que nunca ayer el Celta lo fue, al menos en apariencia. Al equipo celeste, como a la mayoría de los equipos de Primera División. no se le puede exigir ganar en el Bernabéu, ni tan siquiera empatar. No descubrimos nada al realizar esta afirmación, pero al menos es exigible que tu equipo muestre señales de vida, incluso en un partido en el que lo más lógico fue perder.
Y eso no pasó ayer en el Santiago Bernabéu. El Celta salió con la habitual tendencia defensiva a la que nos tiene acostumbrados, pero con la incapacidad de defender. El Real Madrid ni siquiera necesitó jugar un buen partido para golear con facilidad a los vigueses. Daba la sensación de que si hubiesen necesitado marcar 8 goles, lo habrían conseguido con relativa facilidad y sin sufrimiento.
Esa sensación de muerto viviente se ha hecho patente en los últimos encuentros. El golazo de Miingueza ante el Almería tapó otro partido bochornoso de los pupilos de Rafa Benítez, que en pleno mes de marzo sigue siendo incapaz de dar con la tecla para cambiar la situación del equipo. Puede que la plantilla tenga limitaciones, que las tiene, pero ha pasado un mercado en el que hubo opciones de cambiar ciertas cosas, y seguramente no se ha hecho.
La insistencia en mantener a Rafa Benítez al frente del banquillo ha sido un error, y quizás ya hemos superado el punto de no retorno. Quedan 10 jornadas para el final y probablemente ya es tarde para rectificar. Estamos pagando la inexperiencia de una presidenta que ha vivido durante muchos años la precipitación de su padre a la hora de cambiar de técnico, y cree que hacer todo lo contrario puede ser la receta adecuada, pero cada situación requiere medidas diferentes.
El proyecto de Benítez hace tiempo demostró estar acabado. Desconocemos hasta qué punto puede influir el costoso finiquito del preparador madrileño, que desde luego parece no estar dispuesto a renunciar al pastel y presentar una dimisión que le honraría como técnico. Ahora nos enfrentamos a una complicada situación, mucho más después de la victoria del Cádiz, en la que vagaremos como zombis hasta el final de la temporada, confiando en que aparezca una cura milagrosa que nos devuelva a la vida.
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