Foto: Alex Caparrós / Getty Images |
El Celta optó este verano por dar un giro radical en su política de contratación de entrenadores. Desde el último ascenso a Primera División la apuesta siempre fue por técnicos que no tenían experiencia en la máxima categoría del fútbol español, con dos excepciones forzadas por la necesidad: En la Temporada 2012-13 fichó a Abel Resino para intentar salvar al equipo, e hizo lo propio seis años después con Fran Escribá.
El resto de técnicos que llegaron al Celta durante esta etapa debutaron en Primera División de la mano del Celta: Luis Enrique, Berizzo, Unzué, Antonio Mohamed, Cardoso, Óscar García, Coudet y Carvalhal. Por eso la llegada de Rafa Benítez fue tan sorprendente. No encajaba para nada en la línea de fichajes del Celta por varios motivos. Uno por su contrastada experiencia en la máxima categoría, que incluso llegó a ganar en dos ocasiones, además de su paso por los equipos más grandes del fútbol europeo.
Pero el volantazo no solo tuvo que ver con su experiencia, sino con su libreto. Durante todos estos años los técnicos que han llegado al Celta se han caracterizado por un tipo de juego bastante cercano. Cada uno con sus características, pero siempre apostando por la posesión, el control del juego y la búsqueda de la portería contraria como principal objetivo. Una vez más con las mismas excepciones: Abel Resino y Fran Escribá, por motivos clasificatorios.
Al margen queda Antonio Mohamed, un técnico que en sus inicios jugaba 4-3-3, con presión y salida Lavolpiana, pero que se fue transformando hacia una versión mucho más bilardista. Eso sí, cuando llegó a Vigo le pidieron que volviera a sus inicios, y aunque en su primera rueda de prensa prometió hacerlo nunca llegó a plasmarlo sobre el terreno de juego. Sorprende que un club de la categoría del Celta pudiera cometer semejante fallo de scouting. Si es que lo hubo, y simplemente bastó lo que a alguien le sonaba de su experiencia en el fútbol mexicano.
Volvamos a Rafa Benítez. El Celta realizó una apuesta total por el técnico madrileño. Le hizo un contrato de tres años, aunque seguramente tenga el viejo truco de dos + uno, le dio un salario importante, acorde con su currículum, y en Casa Celta pensaron que con eso sería suficiente. La desastrosa planificación de las últimas temporadas, siempre dependiente de las apariciones divinas de Iago Aspas, ha ido mermando al equipo, por lo que lo le están pidiendo a Benítez desde la directiva es algo más que un milagro.
Es muy respetable que un equipo apueste por un técnico resultadista. Muchos equipos lo hacen y a veces da resultados. El problema es cuando no es así. Si no llegan los resultados, como es este caso, y el juego del equipo no acompaña, el vacío que queda es enorme. No hay manera de taparlo por muchos errores arbitrales en nuestra contra que contabilicemos. Ayer el Celta sufrió un arbitraje lamentable, pero el fútbol desplegado no merecía absolutamente nada. Y no es la primera vez que pasa. En temporadas anteriores, con resultados nunca tan malos, pero igualmente mejorables, al menos nos quedaba la sensación de que el equipo nos divertía, unas veces más que otras, pero la intención era evidente.
Este equipo no tiene intención alguna. Juega a esperar que pasen los 90 minutos sin nada más que ofrecer que orden y trabajo defensivo. El gran problema para Benítez es que el equipo no está hecho para eso y sufre mucho. Por eso cuando llegan los últimos minutos y los rivales aprietan de verdad para mejorar su resultado, acaban llegando goles. Hay quien dice que eso es mala suerte, pero como comentó ayer Kevin al final del encuentro, la suerte hay que buscarla. Y al igual que la suerte se busca, también la mala fortuna se puede buscar dando volantazos sin sentido.
Siempre decimos que queda mucha temporada por delante, y ojalá Benítez sea capaz de reconducir al equipo y evitar un descenso en el año del centenario. Sería la peor manera de celebrarlo. En los últimos años el celtismo ya se conforma con la permanencia. Nos han educado para eso, para ser conformistas y celebrar como un éxito seguir un año más en Primera con el único objetivo de volver a mantenernos. A día de hoy, viendo como está el equipo, sería para celebrarlo. Una permanencia y volver a comenzar la rueda otra vez con el mismo objetivo. Y si nos quejamos es que no tenemos los pies en la tierra, que no somos conscientes de lo que somos. Y sí, realmente lo somos. Sabemos que somos el undécimo equipo en la historia de LaLiga, y estamos en una posición similar en cuanto a presupuesto. ¿De verdad que salvarnos agónicamente es lo que somos?.
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