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Foto: Pau Barrena / Getty Images |
A lo largo de esta semana la prensa que sigue al Celta celebró con algarabía la reunión de Marián Mouriño con Medina Cantalejo, presidente del Comité Técnico de Árbitros. Por fin alguien del Celta ponía en su sitio al colectivo arbitral, y exigía responsabilidades. Estos, según dichas informaciones, llegaron a reconocer errores que perjudicaron al equipo celeste.
Hasta ahora los errores arbitrales habían sido notorios, pero al menos admitían alguna discusión. No es un consuelo que exista la mínima duda, pero si la reunión de esta semana tenía como objeto que estos errores desaparecieran no ha surtido efecto porque lo de esta noche en Girona ha sido uno de los mayores atracos a un equipo que recuerdo desde que existe el VAR, quizás comparable a cuando Santi Mina pisó el mismo suelo que un jugador del Mallorca y por efecto de la energía eólica acabó derribándolo en el área de penalti.
Hoy ni tan siquiera ha sido eso. Gazzaniga sale a lo loco a por un balón, se le escapa como si estuviese haciendo méritos para entrar en la agenda de Luís Campos, arrolla a Dotor en su alocada carrera al abismo y el colegiado señala falta del jugador celeste. Ni Lucas Pérez disfrazado de árbitro hubiese señalado falta. Es comprensible el enfado de Rafa Benítez al final del partido.
Pero el error arbitral hace más daño al Celta que una simple derrota. Le da excusas a Benítez y su cuerpo técnico para justificar otro mal partido en el que no mereció absolutamente nada. Quede claro que el error arbitral de bulto no se puede justificar, pero es desesperante que una semana tras otra los errores arbitrales siempre caigan del mismo lado. Solo cabe esperar que Marián Mouriño no vuelva a poner firme a los árbitros, o en el siguiente partido el colegiado se lleva el balón a casa tras marcar un hat-trick.
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