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Foto: Gareth Copley/Getty Images |
El fútbol es eso. O es al menos lo que piensan muchos, que no hay otra manera de ganar que hacerlo así, como lo hizo ayer el Manchester United. Mourinho lleva años consiguiendo títulos de esta manera, eso sí, siempre en equipo con presupuestos astronómicos y plagado de jugadores que arreglan el mayor de los desaguisados.
Ayer Mourinho volvió a poner en práctica la parte más fea del fútbol. Su estilo no es el que más favorece al espectador, esperando atrás a un Celta que aprovechó el regalo para ir a por el partido y marcó en el minuto 85, llevando la zozobra a Old Trafford, que asistía atónita al suicido de un equipo con un presupuesto de 600 millones de euros.
Pero entonces se impuso la lógica de ese fútbol. En el teatro de los sueños, el Celta puso el sueño y el Manchester el teatro. Justo tras el gol dejó de jugarse al fútbol. Se organizó una tangana en la que inocentemente cayeron los jugadores del Celta. El partido se enturbió, se aceleraron las pulsaciones y todo se paró. Mientras tanto, Mourinho sonreía feliz en el banquillo. Había logrado lo que quería, pero si Beauvue y Guidetti estuviesen acertados, el teatro le hubiese salido caro.
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