Berizzo se queda sin balas


MARCA

Tenía que pasar, y pasó. Cuatro son demasiadas ocasiones para tentar a la suerte. Funcionó en Lieja, donde un disparo de Rossi con cantada incluida evitó la derrota. Valió ante el Panathinaikos, porque Sergio evitó el gol visitante primero y Aspas acercó el triunfo local después. Y sirvió frente al Ajax, en Balaídos, cuando Orellana se sacó de la chistera un gol salvador a poco del final. Sin embargo, el Amsterdam Arena es otra cosa. El cuarto experimento de Berizzo no pudo evitar lo que por muchos momentos merecieron los tres anteriores. La primera derrota europea llegó con ocho cambios en el once inicial con respecto a Gran Canaria, un clamoroso error de Bongonda, una primera mitad pobre, tres goles en contra, una reacción tardía y otro flagrante fallo de Bongonda. Y conduce a una final en casa ante el Standard, tan decisiva como innecesaria, que decidirá todo lo que el Celta no supo o no quiso dirimir antes. En cuatro encuentros, los celestes no han sido mejores que su rival en ninguno. En cambio, prevalece la sensación de que, con unas rotaciones más coherentes, hubiese sido mejor en todos.

Todo análisis del partido debe circunscribirse a los primeros 80 minutos. Los 10 del final son una locura fruto de la inagotable calidad de un jugador diferencial. Iago Aspas, seguramente cansado de que lo consideren cansado, fue suplente una vez más. Ni siquiera entró cuando debía, que fue en ese inicio de segunda parte que con el 1-0 todavía descubrió a un Celta más asentado y más dominador de la pelota. Lo hizo tras el tercer golpe en contra, cuando más motivos había para no correr riesgos. Difícil de entender. Aún así, le dio tiempo para regalarle un gol a Guidetti y hacer él otro. No suma más de media hora en la competición, pero fue decisivo ante el Panathinaikos y casi lo es contra el Ajax. Sólo con Aspas, el Celta puede que ya estuviese clasificado. Ante el Standard será imposible de justificar su ausencia.

Es difícil que un equipo funcione con ocho cambios. Más todavía si algunos de ellos juegan una vez cada tres semanas. Berizzo debería saberlo, pues fue notorio en las tres noches precedentes. Pero prefirió forzar el colchón al máximo, y se ha quedado sin él. El Celta perdió porque fue inferior. Recibió tres goles, algo que ya es costumbre, pero apenas inquietó, algo que no es tan habitual. Sólo intimidó cuando se lo puso en bandeja el Ajax, pero Bongonda, de nuevo falto de la última decisión, no supo castigar. Nada más que eso. Marcelo Díaz corrió detrás de la pelota, con el nulo rédito para el equipo que ello suele aportar. El propio Bongonda fue un quiero y no puedo, igual que Lemos y Señé. Y Rossi terminó desesperado. 

Ahora todo se jugará a una carta. En casa, sí. Ante un rival a priori inferior, también. Con el once de gala en el campo, se supone. Pero a una carta. A un resfriado, a un resbalón, a un fallo, a un gol de rebote, a una expulsión, de quedar fuera. Es a donde ha llegado el equilibrismo de Berizzo. Ya no hay más balas. Un triunfo es el pase y una derrota la eliminación. Innecesario visto el máximo nivel del resto, y especialmente conociendo el del propio Celta. Dos, tres, a lo sumo cuatro cambios por partido hubiesen bastado para afrontar semanas de tres encuentros. No ocho. Las rotaciones sirven para competir mejor en todas las competiciones, no para dejar de competir en una de ellas. Berizzo prefirió versiones radicalmente opuestas para luchar a pleno rendimiento en liga, y mientras ir tirando en Europa. Ya no puede tirar más. El del Standard es "el partido" y entonces necesitará de todo su arsenal. Esperemos que el final sea feliz y todo esto se recuerde como un arriesgado, pero exitoso, camino hacia la felicidad.

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