Foto: Marta Grande
Desde primera hora del jueves, había gente haciendo cola en Balaídos para hacerse con una entrada y antes de las 19 horas ya se habían agotado las 630 localidades. Más allá del escaso número de billetes, provocado por la imposibilidad de ofrecer más al Deportivo en la vuelta debido a las reformas de Balaídos, la jugada institucional ha sido pésima, impropia de un club que pretende convertirse en un referente deportivo y empresarial. Si el equipo y la afición viven en una comunión envidiable como se demostró en la eterna ovación tras el 1-5 frente al Valencia, Mouriño y su Junta Directiva han metido la pata hasta el fondo para cargarse el respeto provocado por otros logros.
Llámenle discriminación, perjuicio o como les dé la gana. Resulta inadmisible que avisen con tan poca antelación del sorprendente reparto para que uno pueda organizarse como Dios manda y que en pleno siglo XXI no busquen la manera de que los abonados no residentes en Vigo puedan comprar sus localidades sin pasarse físicamente por Balaídos. Vamos de modernos y resulta que todavía vivimos en el Pleistoceno. En cuanto a los peñistas, habrá opiniones para todos los gustos. Habrá quien piense que primero están los abonados y luego ellos o al revés. Lo único cierto y preocupante es que no se ha tenido en cuenta su valor, viajando por toda España para animar al Celta y que su calor, su ánimo resulta imprescindible. Precisaban otro trato.
El comunicado firmado por 60 peñas del Celta evidencia el cabreo generalizado por todo lo sucedido y deja en evidencia las formas ofrecidas por la entidad céltica. Suscribo su contenido y pongo mi rúbrica. No estaría mal pedir disculpas. Teniendo en cuenta la trascendencia del asunto, lo más coherente habría sido dialogar con todas las partes implicadas para buscar la solución más idónea y explicar en una rueda de prensa con todo tipo de detalles cómo se iba a hacer el reparto. Molesta la falta de tacto. Indigna la frialdad. Una pena.
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