Foto: Marta Grande |
Sorprendió el Toto con la alineación, quizá por primera vez
en sus dos temporadas en el club. Sacó de inicio a Guidetti y a Bongonda
sacrificando a Wass y Aspas buscando una frescura que al menos en los primeros
compases pareció ser una realidad en la figura del belga. Mero espejismo de lo
que terminaría siendo el partido, uno de los más espesos desde hace muchísimo
tiempo. Quizá por eso la grada estuvo fría durante buena parte del encuentro.
Con todo, el Sporting tampoco es un equipo que esté para
muchas fiestas y una buena maniobra de Nolito (muy gris en la noche del sábado)
terminó en gol de Orellana tras cesión de Bongonda. Ni mucho ni poco premio, ya
que en el partido no estaba ocurriendo nada o casi nada por parte de ambos
equipos. Tan solo Halilovic le puso chispa a un aburrido partido. El jugador
cedido por el Barcelona apunta a crack mundial.
Así, la primera parte transcurrió tranquila. Sin prisas para
el Celta y con impotencia para los gijonenses. Hasta que llegó el cortocircuito
de la segunda parte, momento en el que el Celta se desconectó absolutamente del
partido rebajando todavía más si cabe la presión defensiva y cediendo el balón
a los visitantes. Fue incomprensible, a tenor de lo que bien sabemos que puede
dar este equipo, el bajo rendimiento de los segundos 45 minutos. Solamente
Pablo Hernández supo entender el partido tanto en la presión sin balón como en
las decisiones al poseerlo: su pressing incomodó al rival cerca del área y
cuando recuperaba el esférico dotaba de pausa al ataque. Todo lo contrario que
Nolito, Orellana y Wass cuando sustituyó a Bongonda. Muchos balones perdidos,
imprecisiones y apatía en cuanto a movilidad, algo que hacía mucho tiempo que
no veíamos en este equipo.
Quizá por eso llegó el absurdo gol de Castro tras fallo
garrafal de Sergio en un saque de puerta. Sin disculpar el error, cabe decir
que en ese instante el Celta era un témpano de hielo en el peor de los sentidos
posibles. Estatismo, falta de intensidad, planicie. Ni un solo jugador era
capaz de moverse entre líneas o dar un apoyo sin sentido y, cuando esto ocurre,
la tendencia siempre es negativa: lo lógico es que vayas reculando metros. El
Sporting agarró la pelota y lo vio, bien es cierto que sin demasiadas ocasiones
claras, pero controlando los tempos del partido a su gusto, algo que debe hacer
reflexionar y mucho a los celestes.
Y con estas, solamente podía llegar el gol de la victoria
como llegó. De rebote, de suerte, de carambola. Un churro que vale tres puntos
y que no debe cambiar el foco de sitio. El Celta no está bien, ni física ni
mentalmente. Hace falta resetear el chip de competición, quizá la Copa sirva para ello. Lo que
está claro es que el termómetro, tanto en la grada como en el campo, comienza a
marcar negativo.
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