La Otra Crónica: Termómetro


Foto: Marta Grande
Balaídos acostumbra a ser, desde su césped hasta la grada, el termómetro del equipo que el Toto Berizzo pone en liza para competir por los tres puntos. En la actualidad, especialmente en casa, el termómetro roza temperaturas frioleras y no porque el invierno esté a la vuelta de la esquina. El equipo que maravillaba a todo el mundo hace un mes se encuentra en una etapa de depresión, muy similar al eterno bache del pasado curso, pero que por suerte se ha soportado con una victoria y tres puntos vitales. Lejos de hacer méritos en el partido, los vigueses se agarran al resultado para recobrar la confianza y subir unos cuantos grados en la temperatura del viejo estadio municipal.

Sorprendió el Toto con la alineación, quizá por primera vez en sus dos temporadas en el club. Sacó de inicio a Guidetti y a Bongonda sacrificando a Wass y Aspas buscando una frescura que al menos en los primeros compases pareció ser una realidad en la figura del belga. Mero espejismo de lo que terminaría siendo el partido, uno de los más espesos desde hace muchísimo tiempo. Quizá por eso la grada estuvo fría durante buena parte del encuentro.

Con todo, el Sporting tampoco es un equipo que esté para muchas fiestas y una buena maniobra de Nolito (muy gris en la noche del sábado) terminó en gol de Orellana tras cesión de Bongonda. Ni mucho ni poco premio, ya que en el partido no estaba ocurriendo nada o casi nada por parte de ambos equipos. Tan solo Halilovic le puso chispa a un aburrido partido. El jugador cedido por el Barcelona apunta a crack mundial.

Así, la primera parte transcurrió tranquila. Sin prisas para el Celta y con impotencia para los gijonenses. Hasta que llegó el cortocircuito de la segunda parte, momento en el que el Celta se desconectó absolutamente del partido rebajando todavía más si cabe la presión defensiva y cediendo el balón a los visitantes. Fue incomprensible, a tenor de lo que bien sabemos que puede dar este equipo, el bajo rendimiento de los segundos 45 minutos. Solamente Pablo Hernández supo entender el partido tanto en la presión sin balón como en las decisiones al poseerlo: su pressing incomodó al rival cerca del área y cuando recuperaba el esférico dotaba de pausa al ataque. Todo lo contrario que Nolito, Orellana y Wass cuando sustituyó a Bongonda. Muchos balones perdidos, imprecisiones y apatía en cuanto a movilidad, algo que hacía mucho tiempo que no veíamos en este equipo.

Quizá por eso llegó el absurdo gol de Castro tras fallo garrafal de Sergio en un saque de puerta. Sin disculpar el error, cabe decir que en ese instante el Celta era un témpano de hielo en el peor de los sentidos posibles. Estatismo, falta de intensidad, planicie. Ni un solo jugador era capaz de moverse entre líneas o dar un apoyo sin sentido y, cuando esto ocurre, la tendencia siempre es negativa: lo lógico es que vayas reculando metros. El Sporting agarró la pelota y lo vio, bien es cierto que sin demasiadas ocasiones claras, pero controlando los tempos del partido a su gusto, algo que debe hacer reflexionar y mucho a los celestes.

Y con estas, solamente podía llegar el gol de la victoria como llegó. De rebote, de suerte, de carambola. Un churro que vale tres puntos y que no debe cambiar el foco de sitio. El Celta no está bien, ni física ni mentalmente. Hace falta resetear el chip de competición, quizá la Copa sirva para ello. Lo que está claro es que el termómetro, tanto en la grada como en el campo, comienza a marcar negativo.

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