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Foto: Ricardo Grobas |
El pasado lunes, un día después del empate del Celta frente a una Unión Deportiva Las Palmas en inferioridad numérica, el club lamentó en un comunicado los silbidos registrados en diversas fases del partido. Se pretendía, suponemos, parar la insana costumbre adquirida por un pequeño sector del público de silbar a un futbolista en concreto, Pablo Hernández, no mencionado, evidentemente, en el comunicado.
Muchos pusieron en duda la idoneidad de la llamada de atención del club. Primero porque el público es soberano, como reconocería posteriormente el portero Sergio Álvarez, y también porque podía producirse el efecto contrario al que se buscaba. Y probablemente así haya sido. Son muchos los que en las últimas horas participaron en airados debates sobre el tema, justificando los silbidos e incluso reconociendo haberlo hecho con una naturalidad que preocupa.
Es evidente que cuando uno va al estadio puede hacer lo que estime conveniente, y no es menos celtista por silbar, aplaudir, o cantar canciones de Justin Bieber durante el partido. El que ponga eso en duda se equivoca, pero el hecho de ser tan celtista como los demás, no excluye el error en la ecuación. ¿Es un error silbar a un jugador de nuestro equipo durante el partido? Sí. ¿Es menos celtista quien lo haga? No.
Decimos en el titular que fue peor el remedio que la enfermedad porque el comunicado del club encendió una mecha que el tiempo hubiese humedecido sin necesidad de explosión alguna. Seguramente a día de hoy nadie se estaría acordando de los pitos a Pablo Hernández, porque de hecho tampoco fueron excepcionales. En ocasiones anteriores sucedió algo así, incluso peor, con otros jugadores, y la cosa no pasó de ahí. Un saludo a Toni.
Es normal la preocupación del club en este aspecto, porque son conscientes de la importancia que ha tenido la afición en los últimos años. El apoyo incondicional mostrado en momentos muy difíciles hizo más fuerte al equipo, que logró una salvación que parecía imposible hace dos temporadas, con el aliente de la afición, y que se ha consolidado en Primera gracias al buen trabajo de directiva, cuerpo técnico, jugadores, pero también, en gran medida, gracias a los aficionados.
Así que en el club se equivocan, y eso no los convierte en menos celtistas que nadie, como tampoco lo son menos aquellos que silben, aunque se equivoquen. También Pablo Hernández, o Berizzo se equivocan, y no por ello dejan de pertenecer al Celta. Todos juntos seremos igual de celtistas que separados, pero seremos más fuertes.
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