La Otra Crónica: somos buenísimos


Foto: Miguel Ángel Morenatti
Tras la debacle de la jornada anterior, en la que el Celta pasó de tocar el cielo a reencontrarse con el mismísimo Diablo (encarnado en la figura del Tucu Hernández), tocaba enfrentarse al todopoderoso Sevilla en su propio campo. Un Sevilla, además, herido en Liga ya que todavía no había cosechado su primera victoria. Y, por suerte para el Celta, tras los noventa minutos del domingo por la mañana, siguió sin cosecharla.

Aunque más que por suerte, fue por enorme mérito. Porque la primera parte, y perdonen el tópico, fue uno de esos ratos de fútbol ‘para enmarcar’. A pesar de jugar a las 12 de la mañana con 35 grados de temperatura, los celestes volaron. Los sevillistas no entraron en el partido y tan solo una absurda pérdida de balón les regaló una ocasión clara cuando ya se rozaba el descanso. Los 44 minutos restantes fueron una brillante y afinada sinfonía orquestada por el Toto Berizzo y que tuvo como premio marcharse con un bonito 0-2 al túnel de vestuarios.

El único cambio en el once, para disgusto de muchos, fue el obligado de Sergi Gómez por Fontàs, que arrastraba una lesión de toda la semana. Pero cuando el Celta es solidario, cuando sus jugadores se juntan en la presión y se ayudan en la defensa con y sin balón, poco importan los cambios que se perpetúen en el once. Así fue el domingo. El Sevilla no lograba pasar de medio campo, en parte por replegarse en busca de una contra, en parte porque el Celta no le dejaba. No sufrió hasta la segunda parte el equipo vigués en transición defensiva y más por el cansancio que por otra cosa. Y cuando se tenía la pelota, como tantas otras veces, se recurría a la verticalidad y a la llegada de los mediocampistas, ejemplificado esto último en la figura de Daniel Wass.

Hay una clave respecto a esto último de la que se ha hablado poco. No ocurrió durante todo el encuentro, pero fue una feliz situación que hace encontrar su sitio tanto al danés como al discutido Pablo Hernández. Cuando el argentino se pega a Augusto, con sacrificio defensivo y raseo de balón para sacar la pelota, es cuando Wass más aparece en ataque y se libera de responsabilidades defensivas. Es su presencia la que, sin las ayudas correspondientes, provoca que el Celta se rompa en transición. Y es esa la clave para que llegue más y mejor, para que se olvide de que tiene que retroceder para pegarse a Augusto Fernández. Con el Tucu cubriéndole las espaldas, Wass puede llegar con comodidad.

Eso mató al Sevilla. Las oleadas ofensivas con extremos abiertos y medios y laterales que llegaban en superioridad. Comandados por Nolito y Orellana, los hombres de ataque del Celta pinchaban hueso poco a poco. El 0-2 se antojó incluso corto para lo visto en el terreno de juego. Otra cosa fue la segunda parte. Unai Emery introdujo ya a la media hora de partido a Krohn-Dehli por lesión de Vitolo y eso se notó en la reanudación cuando también ingresó Llorente en el terreno de juego. Nuestro querido danés original empezó a jugar y el delantero vasco arrastró a la defensa cada vez más hacia atrás. Fueron 20 minutos de desasosiego, más de arreones sevillistas que de buen fútbol, en los que el Celta supo sufrir y encajar con buen cuerpo un gol más que previsible.

Pero más que consistencia, el plan del Sevilla y de Unai se derritió quizá por el calor. Las fuerzas fallaron y el Celta volvió a dominar. Se pudo sentenciar pero Sergio Rico decidió que no. Un par de paradas suyas impidieron que el Celta aumentase la cuenta goleadora y en los últimos minutos, con las entradas de Radoja y Guidetti, la balanza se inclinó más hacia Vigo que hacia Sevilla. El sueco creó peligro y además fue inteligente cuando recibió el balón en soledad. Su calidad ha de darnos muchos puntos en el futuro.

Y de la pesadilla que pudo ser tras las aguas turbulentas de la semana anterior, el Celta volvió a casa con tres puntos más en el casillero sumando ya unos notables dos dígitos: 10 méritos para enfrentarse al todopoderoso Barcelona con toda la tranquilidad del mundo. Si es que ahora, tras la bonita victoria, somos todos buenísimos.

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