Cuando la vida te sonríe, aprovecha. Porque no sucede con tanta asiduidad como uno desearía y, sobre todo, porque se disfruta horrores. Es bueno que un equipo sepa sufrir, pero no lo es menos que sepa disfrutar. Y este Celta demostró ayer que sabe disfrutar.
Y apareció Sergio
Con la permanencia en la mano, es tiempo de agradecer esfuerzos nunca recompensados. Y el primero de esta lista era, sin duda, Sergio Álvarez. El segundo portero fue ayer el primero poque jugó de titular y porque realizó intervenciones espléndidas. Y después de él, en la lista estaba David Goldar, que también tuvo sus minutos. Todos los futbolistas se sienten ya partícipes del buen estado de salud del grupo.
Krohn-Nolito-Orellana
Cuando el balón circula entre ellos, lo hace más rápido y con más precisión. De su entendimiento nace la enorme productividad goleadora del Celta en las últimas jornadas. De eso y del mágico momento que viven, sobre todo, el gaditano y el chileno. Todo parece fácil para ellos.
Osasuna, a base de centros
Sería mentir decir que el Celta protagonizó ayer un monólogo. El Osasuna, aunque sin la rabia que se le presupone, lo intentó. Y el camino hallado fue el de los centros sobre el área, bien sea a balón parado o en jugada. La suerte para el equipo vigués es que sólo dispuso de buenos centradores, pero de ningún buen rematador. Y cuando apareció alguno, estaba Sergio.
El que más quiso el balón
El Celta fue el que más quiso el balón, lo que se demostró tanto en lo que hizo con él cuando lo tuvo como, sobre todo, lo que trabajó para recuperarlo cuando no. Las pérdidas de balón locales ante la presión celeste crearon el caldo de cultivo para el resto, pues Osasuna perdió confianza y por ahí se crearon las brechas.
El santo de cara
Cierto es que las bondades del equipo celeste ayer fueron muchas. Pero no lo es menos que, como suele pasar, hubo un minuto determinante de la suerte del choque: en el 32, Sergio salvaba los remates de Oriol y De las Cuevas a bocajarro; en el 33, Nolito marcó el segundo. La suerte escupió a lo locales y sonrió a los visitantes.
Santi Alonso para Atlántico Diario
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