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OSKAR MONTERO |
Demasiado pronto va a terminar la liga para el Celta. Llega lanzado el conjunto de Luis Enrique a la recta final de la competición. Tras finiquitar el objetivo de la salvación el pasado lunes ante el Valladolid, los celestes tiraron de profesionalidad y racha para conquistar el Sadar y meter en serios problemas a un Osasuna que se jugaba la vida. El estado de gracia colectivo, personificado en el idilio con el gol de un Nolito espectacular, fue más que suficiente para firmar el octavo triunfo a domicilio, récord absoluto del club en Primera División, y adentrarse en la zona noble de la tabla a dos jornadas para la conclusión. Europa no perdona el retraso céltico. Una pena. Un par de jornadas más y habría motivos para soñar.
Un equipo sin objetivos es un arma de doble filo. Tanto puede convertirse en el invitado perfecto al que pasar por encima, como transformarse en el peor huésped posible fruto de la ausencia de presión. El Celta, con Luis Enrique al mando, parecía evidente que iba a optar por la segunda indumentaria. Se evidenció desde el primer momento, desde que los célticos igualaron la intensidad de rojilla y se hicieron con el control del choque. No les hizo falta el balón, como acostumbra en otras ocasiones. Les valió el orden defensivo ante la falta de argumentos navarra y un par de chispazos de sus dos futbolistas más en forma.
Orellana y Nolito han competido por un puesto durante toda la temporada. El primero, descartado en los inicios, adelantó al segundo allá por el mes de noviembre, cuando los más exigentes reclamaban mejores actuaciones al futbolista gaditano. A Luis Enrique no le tembló el pulso para sentar a su fichaje más caro y rectificar ante un jugador que se había ganado un voto de confianza. La situación desembocó en la suplencia de Nolito, finalizada con los problemas físicos de Rafinha durante el mes de marzo. Desde entonces, chileno y andaluz han coincidido sobre el césped y el Celta se ha beneficiado de su buen entendimiento. Orellana, en labores de asistente, ha regalado un buen número de goles a su compañero. Nolito, quien parece tocado por una varita mágica, los marca a pares en las últimas semanas. Sin realizar una temporada completa y excesivamente brillante, 14 goles, tantos como Gareth Bale y seis más que el barcelonesa Neymar. Todo por 97'3 millones menos. Barato.
Otro de los nombres propios del partido fue Sergio Álvarez. El portero de Catoira, a la sombra de Yoel durante toda la temporada, disfruto de sus primeros minutos en liga. Su actuación no pudo ser más sobresaliente. Solventó sin problemas todas las aproximaciones rojillas, dejando además una doble parada para el recuerdo ante Oriol Riera. Ha sido en todo momento un ejemplo de profesionalidad y buen comportamiento. Se merecía el premio de la titularidad ya con el objetivo cumplido.
Partido, en resumen, de buenas noticias. Regresó Borja Oubiña al once, firmando una actuación destacada. Surgió por primera vez la figura de Goldar, debutante en Primera División, de cuya casta y liderazgo espera aprovecharse la retaguardia celeste en un futuro. El fútbol sonríe a un Celta que encara el sprint final de la competición a pleno rendimiento aún a sabiendas de que resulta inalcanzable para los tres últimos del pelotón. Poco importa. La intención es demostrar precisamente lo que ha enseñado en estos tres últimos duelos ante rivales directos. No es un rival directo. Por plantilla y entrenador, el conjunto vigués es miembro de pleno derecho de la clase media-alta de la competición. Todavía demasiado tierno para pelearse con la nobleza, pero sí por encima de los que luchan por huir de las catacumbas.
El Real Madrid espera en el último episodio en Balaídos. Quién sabe si el último también de Luis Enrique. Mala noticia sería. Pocos entrenadores como él encajan de esta manera en la idiosincrasia de un club que vive su mejor momento de los últimos tiempos. El mejor fichaje para la próxima temporada sería retenerlo. Al fin y al cabo, él es uno de los grandes artífices de un objetivo cumplido y de este estado de gracia que parece querer regalar al celtismo un final de temporada delicioso.
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