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Foto: LFP |
El mismo nombre, idénticas portadas, parecidos argumentos. Luis Enrique vuelve a ser "el elegido". Ya le sucedió hace nueve meses cuando el entorno barcelonista le señaló como el sustituto de Tito Vilanova después de que éste renunciase al banquillo culé de manera repentina debido a su grave enfermedad. Durante una semana, en plena concentración en Melgaço, el Celta vivió agitado por los rumores que anunciaban desde Barcelona que cualquier mañana se despertarían en el hotel y descubrirían que su técnico había desaparecido. Nada de eso ocurrió. Luis Enrique no abrió la boca sobre el asunto y cuando los responsables del Celta, alarmados por lo que escuchaban desde Barcelona, enviaron a Miguel Torrecilla en busca de una respuesta se encontraron con un rugido. El asunto simplemente no existía y Luis Enrique era el más interesado en borrarlo de la vida del equipo.
El culebrón vuelve a repetirse ahora. Las informaciones que llegan desde la Ciudad Condal vuelven a señalar a Luis Enrique como el hombre designado por la directiva del Barcelona para liderar la revolución que el club debe afrontar tras una temporada compleja y que se entiende fracasada pese a que aún existan posibilidade de que termine con el título de Liga. Como en el pasado verano apenas hay certezas y todo el mundo se mueve por sensaciones, pálpitos y suposiciones. A esto contribuye decisivamente el hermetismo de Luis Enrique que no quiere que su futuro se convierta en un asunto de permanente distracción en la vida del Celta. No ha hablado de su continuidad con ningún dirigente y ha emplazado a todo el mundo a final de mayo, cuando haya finalizado la temporada. Hasta entonces, ni palabra. Hoy regresará a rueda de prensa, presumiblemente le volverán a formular preguntas relativas a las informaciones aparecidas en Barcelona y seguramente será una vez más cortante con el tema.
El Celta, mientras tanto, espera. Nada saben por boca de Luis Enrique o del Barcelona, aunque a diferencia del pasado verano en esta ocasión sí ha enraizado con más intensidad la sensación de que el técnico podría salir al concluir la temporada. Nolito, en la entrevista publicada ayer en el FARO, es el primero que admite públicamente desde dentro que su impresión es que se va. Además, en los últimos días llueven las llamadas de intermediarios ofreciendo entrenadores y de agentes bien relaciones que anuncian que la directiva del Barcelona tiene la decisión tomada y ésta pasa por Luis Enrique. Pero el silencio y la inaccesibilidad del técnico enredan el asunto. En la Ciudad Condal dan por hecho, con ese toque de arrogancia que desprede el entorno de los equipos grandes, que el asturiano no podrá negarse a la llamada del Barcelona. Pero es algo que solo sabe Luis Enrique que, llegado el caso, tendrá que lidiar con una de las crisis institucionales más grandes que se recuerdan en la historia del Barcelona. Y no es fácil enfrentarse a esa situación.
Si la llamada se produjera y Luis Enrique diera el paso, nada puede retenerlo en Vigo. Ni la cláusula de la que se habla. La libertad del técnico cuesta cero euros. Cuando se produjo su fichaje el entrenador y el club pactaron que no iban a estar un solo día a disgusto en su relación y que en el momento en que uno de ellos quisiese romperla el otro no le iba a poner ninguna clase de impedimento. Fuese dimisión, destitución o acuerdo amistoso de separación, Luis Enrique cobraría solo hasta el último día que trabajase. Nada de exigir el resto del contrato y a cambio el club tampoco complicaría su salida. Eso sí, parece evidente que en caso de que el Barcelona llegase en busca del entrenador asturiano, el Celta buscaría alguna contraprestación a las facilidades dadas. La cesión de algún jugador del club catalán (ojo en este sentido a Denis Suárez), la rebaja en el precio de algún otro. Tienen claro en Vigo que llegado el caso no pueden ser el freno para la carrera de un técnico como Luis Enrique, pero también entienden que pueden aprovecharlo de alguna forma.
Pero todo este cuento pasa por lo que piense Luis Enrique. Algo que solo le pertenece a él y a su núcleo más privado que es igual de hermético. El Celta, reconocido hace días por Torrecilla, ha comenzado a mover el plan B por si acaso tiene que acelerar la búsqueda de un entrenador. Tampoco preocupa en exceso en estos momentos. El mercado ofrece nombres muy diversos y solo se trata de elegir alguien que pueda continuar con el trabajo desarrollado por el asturiano, que comparta en buena medida su propuesta alegre y atrevida y que se preocupe por desarrollar el proyecto de cantera puesto en marcha en los últimos años. Todo está en manos del día que Luis Enrique se decida a hablar y por lo visto, aún faltan varias semanas.
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