Las lágrimas de Gustavo López


El 13 de mayo de 2007 visitaba Balaídos el Levante. Lo hacía en un partido vital para los intereses de ambos equipos que llegaban separados por tres puntos de diferencia y a falta de cinco jornadas para el final del campeonato. Para el Celta, entonces entrenado por Hristo Stoichkov, que había tomado las riendas del equipo tras la destitución de Fernando Vázquez, este partido era prácticamente una última oportunidad para engancharse a la permanencia. 

El técnico búlgaro decidió formar aquel día con Esteban, Ángel, Tamas, Contreras, Placente, Oubiña, Iriney, Núñez, Gustavo López, Nené y Baiano. Posteriormente entrarían al campo Pablo García, en lugar del lesionado Iriney, Bamogo y De Ridder. Por parte del Levante, que llegó a Vigo con Abel Resino en el banquillo, jugaron Molina, Descarga, Alexis Suárez, Álvaro, Rubiales, actual presidente de la AFE,  Diego Camacho, Ettien, Courtois, Tommasi, Riga y Reggi. En la segunda parte entraron N'Diaye, Kapo y Manolo Gaspar. 

El partido estaba bastante igualado, con poca ocasiones en ambos porterías, cuando el colegiado, un Rubinos Pérez al que es mejor no recordar, señaló penalty por un supuesto forcejeo dentro del área, ante la incredulidad de los jugadores de ambos equipos. Lo transformó Reggi, cuyo gol tuvo continuidad nada más comenzar la segunda mitad con el segundo del Levante, obra de Riga. De poco valió el tanto de Baiano que reducía distancias. El Celta tuvo media hora por delante para, al menos, empatar el partido, pero fue incapaz. 

Terminó aquel partido y aquella jornada en penúltima posición de la clasificación, a cuatro puntos de la salvación que marcaba el Athletic, y a seis puntos del Levante, con el goal-average perdido y tan solo 12 puntos en juego. Luego llegaría el famoso caso Descarga de la última jornada y aquel partido entre Ahtletic y Levante en San Mamés donde los granota se dejaron perder para beneficiar a los bilbaínos, que siguieron un año más en Primera. Quiere decir que el Celta aún tuvo opciones en la última jornada, pero mientras los jugadores del Celta recorrían el camino hacia los vestuarios aquel 13 de mayo, las caras largas de la mayoría eran la nota predominante. 

Entre todos los jugadores sobresalía el semblante de Gustavo López, uno de los futbolistas más expresivos que han pasado por Balaídos. El argentino, sobrepasado por la rabia de la situación, no pudo evitar que las lágrimas invadiesen su rostro. Eran momentos en los que la afición, quizás en una exagerada exaltación de su admiración por el jugador, pedía once Gustavos sobre el terreno de juego, aunque lo cierto es que la bravura y el coraje del argentino eran inigualables. Aquel día, Gustavo y gran parte de la afición, fuimos conscientes de forma colectiva, tal vez por primera vez, de un descenso que sería una realidad un mes más tarde. Un descenso que tendría al Celta lejos de la élite durante cinco larguísimos años. 

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