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Fotos: Ricardo Grobas |
Sorpresa de las grandes ayer en Balaídos. Luis Enrique, que había asegurado en la previa del encuentro que estaba muy contento con el rendimiento de su equipo en Sevilla, dio un giro inesperado al once que puso en liza ante el Granada con la entrada de una nueva pareja de centrales, una zona poco dada a los cambios, más si cabe después de una victoria.
La sanción de Borja Oubiña explica la mudanza de Andreu Fontás al centro del campo y la entrada de Jon Aurtenetxe, a quien el técnico del Celta ve más como central. Sin embargo, a su lado no estuvo, como estaba previsto, Gustavo Cabral, que se quedó en el banquillo para dar entrada al juvenil David Costas, que ha enamorado a Luis Enrique en la pretemporada y se ha ganado la confianza del técnico, que ya lo hizo debutar en Primera División ante el Betis, dándole entrada en los últimos quince minutos.
Fue ayer en Balaídos el bautismo oficial para Costas y Aurtenetxe, que rayaron a un gran nivel durante los noventa minutos conteniendo las acometidas del Granada, en especial de Riki, que pasó completamente inadvertido en su regreso a Vigo tras su marcha del Deportivo.
Costas mostró un desparpajo impropio de un jugador de su edad que actúa como titular en un partido de la máxima categoría. Situado en la zona derecha del centro de la defensa, el vigués no se complicó la vida en ningún momento y ofreció una aseada salida de balón, incorporándose incluso en alguna ocasión a la medular para propiciar una mayoría céltica. Destacó además su sangre fría para salir victorioso de un uno contra uno con Riki al filo del descanso.
A su lado, disponía de sus primeros minutos de celeste Jon Aurtenetxe. El vasco, que jugará esta temporada como cedido en Vigo, se entendió muy bien con su compañero de zaga y también con Andreu Fontás y Toni, con quien conectó especialmente en la primera parte para abrir el campo por la banda izquierda.
La compenetración entre Costas y Aurtenetxe fue perfecta, parte de un engranaje defensivo que salvo en el gol de Piti, desactivó el ataque granadino, una pareja novedosa repleta de juventud e ilusión, especialmente en el caso de Costas, que demostró ser válida y estar dispuesta a dar muchas alegrías al celtismo.
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