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Foto: Marta Grande |
A Luis Enrique no le tiembla el pulso a la hora de jugar sus cartas. Él tiene la baraja y la mezcla como considera oportuno. Quizás por eso ayer el as que escondía en la mano llevaba el nombre de Santi Mina. El canterano, con sus 17 años, escuchó por primera vez el rugir de Balaídos en Primera División gracias a los 57 minutos que el entrenador le brindó.
Su presencia en el once fue, junto con la ausencia de Borja Oubiña, la gran sorpresa de la tarde. El técnico asturiano optó por sentar a un Nolito curtido en la máxima categoría para dar la alternativa en el once a un Mina al que todavía le quedan por quemar muchas etapas. Claro que esto no es algo novedoso en Luis Enrique. De hecho, es el mismo patrón que vivió David Costas. De jugar sus primeros minutos como tercer central frente al Betis, a salir de cara ante el Granada.
Ayer Santi Mina dejó pequeños destellos de calidad y frescura en sus primeros minutos sobre el césped. Le tocó verse las caras con un Mario que le supo maniatar, y a medida que transcurría el partido su presencia se fue encogiendo sobre el terreno de juego. Quizás por tratarse de un choque de los que exige trabajo a destajo, y no solamente brillantez y creatividad, Mina no pasó de la corrección.
La exigencia de Primera, y más ante un equipo como el Villarreal, es mucha, y además, el joven canterano no está acostumbrado a tener que combinar sobre la búsqueda de la portería rival con el trabajo defensivo que aporta por ejemplo un Charles que en cada partido combina oficio con sacrificio.
Eso sí, como descaro no le falta, de las botas de Mina surgió, superada la media hora, el segundo disparo céltico a la portería, aunque de lejos se veía que era más finalizar la jugada que veneno.
Lorena García Calvo / La Voz de Galicia
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