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Foto: RCCV |
Este hecho justifica la expectación, tal vez desmedida, de su presentación. Si un solo jugador fue capaz de reunir a casi cinco mil personas en Balaídos es porque era un valor seguro, y un valor seguro suele dar sus frutos muy pronto. Rafinha casi marcó el día de su debut. Aquel día fue suplente porque había tenido problemas físicos durante la semana, pero apareció Kiko Casilla e impidió su gol con un paradón. Jugó en Sevilla, también saliendo desde el banquillo, pero no estuvo nada fino. Pasó bastante desapercibido y no logró contactar en exceso con el balón.
Parece que había reservado lo mejor de sí mismo para Balaídos. Su electricidad, su explosividad, su ilusión y la expectación que genera en la grada cada vez que toca el balón quedaron patentes desde el minuto uno del partido. Rafinha es un futbolista diferente. Recuerda a su padre cuando toca el balón, pero es muy rápido, tiene la impulsividad que le da su juventud, y muchísima llegada. No es un goleador, pero sin jugar de delantero ha anotado 18 goles en las dos últimas campañas con el filial azulgrana. Con confianza y con el sistema alegre que practica este Celta puede llegar a obtener buenas cifras si el Celta mantiene su buena línea.
Sería una gran señal. Que este solo fuese el primero de muchos. Es evidente que Rafinha no va a ser el encargado de poner los goles en este equipo, pero es muy importante en todos los equipos que los jugadores de segunda línea vayan aportando sus tantos durante la temporada. Rafinha tiene gol, como ha demostrado a lo largo de su aún corta carrera y en sus primeros partidos en Vigo. Ojalá celebremos muchos goles más del hijo de Mazinho. Tantos que éste acabe siendo el padre de Rafinha.
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