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JOSÉ LORES |
El Celta ha juvenil ha caído esta tarde ante el Sevilla en un partido marcado por un lamentable arbitraje que privó al conjunto celeste de una Copa de Campeones de la que fue merecedor. Todo comenzó a los diez minutos con un penalty inexistente por supuestas manos de un futbolista céltico. El Sevilla se adelantó y se atrincheró atrás esperando al Celta, que no acababa de encontrar espacios en la maraña defensiva organizada por los hispalenses. La tuvo Santi Mina tras una espectacular dejada de Thaylor, pero un zaguero evitó el gol del empate.
Los sevillistas se empleaban con una dureza inusitada, a pesar de que el árbitro equilibraba las amonestaciones. La segunda mitad arrancó tan mal como la primera, con un tanto sevillista, esta vez legal, que dejaba al Celta muy tocado. Aún así, los de David de Dios lo intentaron y llegaron a anotar un tanto tras el saque de una falta, pero fue anulado para desesperación de la parroquia local. Ni con esas lograron que los locales se vinieran abajo. Santi Mina forzó y transformó un penalty cuando quedaban diez minutos para el final. El Celta cercó al Sevilla, pero dejó espacios atrás que aprovechó el conjunto rojo para poner el 3-1, casi en tiempo de descuento que parecía sentenciar el choque, pero Alberto lograría reducir distancias y el Celta terminaría el encuentro con opciones.
No pudo ser. No había tiempo. El Celta no pudo con todas las circunstancias que se pusieron en su contra. Se perdió el título, pero la sensación es que el futuro será mucho más amable con el talento celeste que con el catenaccio sevillista. En condiciones normales, y con un arbitraje imparcial, la final hubiese sido celeste, pero siempre nos quedará la ilusión que generan los Yelko Pino, Borja o Santi Mina, solo por citar a algunos de los jugadores de este gran equipo juvenil que ha montado el Celta.
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