![]() |
DIEGO PÉREZ |
El empate nos hundía en la miseria. La luz de un marcador benévolo desaparecía con el paso de los minutos, aunque tras los nervios iniciales y el 0-1 aquel tanto de Álex López nos metió de lleno durante una hora en una pelea contra el reloj. A falta de esa pausa casi imposible ante la portería de Roberto por una dinámica tan negativa como angustiosa, el equipo de Abel Resino se vació sobre el césped de Balaídos, guiado por dos héroes motivaciones como Mario Bermejo y Natxo Insa. Hasta Krohn-Dehli daba síntomas de recuperación en una segunda parte heróica que sólo pedía un gol para seguir luchando en las seis jornadas restantes. Empujado por el calor de unas gradas que ofrecían demasiados asientos sin dueño, el Celta se negó a vivir un epílogo miserable. Las lágrimas de tristeza ya se preparaban para bañar nuestros rostros cuando Bermejo remató como pudo al fondo de la red zaragocista una pelota histórica, el ansiado impulso para respirar una semana más.
Cada uno gritó a su manera, se abrazó a quien pudo y liberó toda la tensión que había acumulado durante más de 90 minutos en una gloria momentánea e imprescindible para creer en la salvación. Resulta fascinante cómo esa jugada, la victoria que esperábamos puede cambiar el ánimo de un colectivo enfermo para darle el principio de una salud de hierro. En el instante más complicado, la ansiedad se convirtió en valentía. Ahora, espera el Levante en un Cuidad de Valencia donde los celtistas que vayan volverán a dejarse sus gargantas. Arriba ganaremos mucha calidad con la vuelta de Iago Aspas y, ya a dos puntos de la permanencia, el Celta parece llamar a las puertas del cielo. La furia guitarrera de Slash y la rabia vocal de Axl Rose nos acompañan. Nadie dijo que iba a ser fácil. La suerte todavía no está echada.
0 comments:
Publicar un comentario