Ayer sábado asistimos en Vallecas a uno de esos episodios
desagradables con los que de vez en cuando te “obsequia” el fútbol y que hacen
al aficionado entrar en una situación de enfado y cabreo ante la incomprensión
que generan. Uno de esos partidos con dos caras en los que se viaja de la
alegría a la tristeza en apenas 90 minutos. Uno de esos encuentros que provocan
en el paladar un sabor amargo por lo que pudo ser y no fue, por la oportunidad
perdida.
El Celta se suicidó
ayer en Vallecas. Tenía el partido ganado, controlado, completamente dominado y
con visos de goleada. La velocidad de Aspas estaba causando estragos en una
defensa vallecana no preparada para correr. Los celestes se encontraban
cómodos, con espacios entre líneas. La situación perfecta para un equipo como
el de Paco Herrera.
Pero el fútbol es
un deporte que puede dar un giro de 360 grados en tan sólo un segundo. Cabral,
de nuevo en el once tras cumplir sanción en el Camp Nou, cometió un error
infantil que a la postre terminaría costando un severo disgusto. Un central de
su nivel, titular en Primera División, no puede ser expulsado por dos acciones
evitables. La primera, una entrada por detrás en el centro del campo que se
podía haber ahorrado. Y la segunda, por olvidarse de una lección básica en el
decálogo de un buen defensor: saltar siempre con los brazos recogidos. Menos
aún tras lo ocurrido en el derbi ante el Deportivo.
No obstante, y si
sobre el central argentino debe recaer parte de culpa de la derrota, la actitud
del equipo en el segundo tiempo es injustificable. Al contrario que lo sucedido
frente al eterno rival, el Celta renunció al balón y fió su suerte a su
fortaleza defensiva. Mala receta para un equipo que sufre sin el esférico. El
Rayo apretó y consiguió su premio. Tarde o temprano se veía que la fruta caería
del árbol.
Ahora no queda otra
que tragarse la bilis por ver cómo tres puntos de oro se han escapado y tratar
de sacar un aprendizaje de todo esto. Focalizar el porqué de la derrota en el
arbitraje es un error. El Celta no ha caído en Vallecas por la mala actuación
de Álvarez Izquierdo y sí por un error individual y una pésima gestión de la
inferioridad. La autocrítica es sin duda el camino acertado para mejorar una
situación clasificatoria que no se corresponde con el nivel de este equipo.
Solo así, ganar al Mallorca y recobrar la confianza será posible.
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