Las Navidades han llegado antes de lo previsto a Balaídos.
En una tarde-noche memorable, el Celta regaló a sus aficionados un presente
navideño anticipado. Con un juego excelso y un coraje sublime, los hombres de
Paco Herrera brindaron una remontada cargada de emoción, pasión y buen fútbol. Enfrentarse
al Real Madrid en los octavos de final será la recompensa para un equipo al que
le sobró valentía y que terminó sin oxígeno. Magníficos, del primero al último,
los integrantes de un conjunto celeste que ha vuelto a maravillar a su
hinchada.
Herrera apostó por
el riesgo desde el inicio. El técnico catalán dispuso sobre el terreno de juego
de todo su arsenal habitual, obviando el importante encuentro del próximo
domingo y priorizando una eliminatoria que escondía un premio en su remontada.
Y a punto estuvo de salir mal de no ser por el postrero tanto de Roberto Lago
que igualó la eliminatoria en el añadido. Herrera jugó con fuego, con la posibilidad
de que un esfuerzo físico a pagar en el futuro pudiese ser en balde, y por
suerte no se quemó.
Antes, desde el
minuto 1 del partido, los célticos demostraron ambición por darle la vuelta a
la desventaja. El partido se llenó de espacios, pero los locales carecían de un
pasador en línea de tres cuartos que canalizase su fútbol. Herrera encontró esa
figura en Joan Tomás, de vuelta tras regresar del ostracismo. El gerundense
aportó ese toque en la medular del que se adoleció con Bermejo en el campo y
permitió al Celta incrementar su dominio.
Otros como Park o
Augusto Fernández aprovecharon el duelo para callar muchas bocas. Suyas fueron
las mejores ocasiones en la primera mitad y también el gol que abrió el
electrónico: robo del argentino, centro medido (y ya van unos cuantos esta
temporada) y cabezazo inapelable de un coreano que, esta vez sí, pareció
convencer al graderío de Balaídos. Mención aparte merece Krohn-Dehli, de lo
mejor del choque: muy participativo, vertical, profundo, sacrificado… de
sobresaliente el gran danés.
La prórroga llegó y
el heroísmo se magnificó. Inconmensurable la labor de la zaga, especialmente de
los dos laterales, los cuales brindaron una exhibición física. Especialmente Hugo
Mallo, cuyo nivel en las últimas fechas está rondando la excelencia. De Lucas
alcanzó con su gol el final soñado y merecido por lo visto en el terreno de
juego. El Celta lo había hecho. La remontada era una realidad.
Los pocos
aficionados que acudieron al vetusto Balaídos disfrutaron de una de esas noches
difíciles de olvidar. Una de esas noches que crean afición y que permiten a
muchos celtistas irse a la cama con una sonrisa. Sus sueños hoy serán dulces,
recordando la gloria alcanzada e imaginando la que todavía está por conquistar.
El Real Madrid aguarda en el horizonte y no se debe asegurar nada de antemano.
La Copa del Rey siempre depara sorpresas y regala momentos imborrables. Dentro
de dos semanas, el Celta tendrá la oportunidad de brindar un nuevo presente a
su afición. De momento, toca saborear bien este y pensar en el domingo, en
apurar las fuerzas que queden para doblegar al Levante en nuestra competición
más importante. Lo otro, como ya se ha repetido una y muchas veces, no es más que un bonito regalo.
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