Ya ha pasado. La primera visita del Celta al Santiago
Bernabeu tras su lustro completo en Segunda es historia y deja un regusto
agridulce en el celtismo. En el plano positivo, y pese a la derrota, el
conjunto vigués dio la cara frente a uno de los equipos más potentes del mundo,
consiguió caer dignamente y sin consecuencias negativas para el futuro e
incluso tuvo sus opciones de haber dado algún susto que otro al todopoderoso
Real Madrid. Sin embargo, queda en el aire la sensación de que los vigueses no
mostraron todo su potencial, que guardaron excesivo respeto al rival y al
escenario y que traicionaron en cierto modo sus señas de identidad.
Sin duda no es un
encuentro del que se deba hacer sangre, pero sí sacar conclusiones de cara al
futuro. El Celta, en jornadas anteriores un equipo valiente y atrevido, fue
durante muchas fases del partido de ayer una escuadra agarrotada a la que le
faltó el descaro de otras veces. La atmósfera que rodeaba al choque pesó a los
futbolistas, especialmente durante los primeros minutos, en los que los de Paco
Herrera fueron incapaces de hilvanar tres pases seguidos. A medida que avanzó
el encuentro, los célticos se fueron entonando poco a poco, construyendo
triangulaciones más largas, pero nunca dando la sensación de poder inquietar a
un Madrid a medio gas. Fue un exceso de respeto, comprensible por otra parte
dada la juventud del equipo y el hecho de que la gran mayoría de sus
futbolistas jugaban por primera vez en un escenario como el Santiago Bernabeu, pero
que minimizó las virtudes del grupo.
Casualmente fue
Borja Oubiña el mejor futbolista sobre el césped. Los años y las experiencias
pasadas se notan y el mediocentro vigués recordó por momentos a aquel
futbolista que llegó a ser internacional antes de caer lesionado. Junto a él,
los buenos minutos de Bermejo y De Lucas, otros dos viejos rockeros, fueron de
lo mejor del Celta en el partido. A eso habría que añadirle el infinito descaro
de Aspas, obligado a vivir en solitario por el cambio de esquema de Herrera,
pero que consiguió inquietar a Casillas en uno de los pocos balones potables
que le llegaron. Su cambio por Park poco después de comenzar la segunda mitad
resultó un tanto desconcertante.
En resumen, se
puede decir que Celta pagó la novatada en el Bernabeu. No es algo que deba
invitar a la desesperación ni al desánimo, sino entenderse como una fase más
del proceso de aprendizaje que supone el regresar a la máxima categoría. Dentro
de dos semanas, en el duelo del Camp
Nou, debería verse a un conjunto más seguro de sí mismo, confiado en sus
virtudes y absolutamente fiel a su propuesta. Sería un síntoma más de que este
Celta sigue quemando etapas y que el próximo año, si finalmente se consigue la
salvación, los vigueses muestren un poco más los dientes en el coliseo
merengue.
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