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Foto: Xabier Guimarey |
Al Celta le toca
vivir por segunda vez esta temporada el lado oscuro del derbi. La derrota,
especialmente si se produce de la manera que ha sucedido tanto en la ida como
en la vuelta, es un duro palo que no sólo afecta a la afición, sino que también
puede dejar tocado al equipo. En la primera vuelta, el Celta cayó
consecutivamente ante Hércules y Barcelona B después de tropezar en Riazor,
tocando fondo ante el filial blaugrana en un pésimo partido. Los célticos
llegaron enrachados al derbi, situados en tercera posición y aventajando en
tres puntos a su eterno enemigo. Un par de semanas más tarde, salían de puestos
de play-off al no haber conseguido puntuar en ninguno de sus tres últimos
compromisos. Una mala racha que tuvo su fin ante el Sabadell, en lo que sería
el preludio del despegue de un Celta que no volvería a caer hasta 13 jornadas
más tarde, encaramándose así a los puestos de ascenso directo.
Meses más tarde la
historia se repite. El Deportivo se llevó los tres puntos de Balaídos, lo que
provocó que los vigueses abandonasen la segunda plaza por primera vez en las
últimas diez jornadas –aunque con un partido todavía por disputar-. Se enfrenta
ahora el Celta a una dura prueba psicológica. Evitar que suceda lo de la
primera vuelta y salir victorioso ante herculanos y culés supondría un refuerzo
moral y clasificatorio brutal de cara al último tramo de competición. Los
olívicos no pueden permitirse repetir errores pasados y volver a ceder puntos
después del derbi. Es imprescindible borrar cualquier tipo de secuela y encarar
en plenitud de condiciones los choques que restan. Suele decirse que un equipo
grande puede perder una vez, pero nunca dos seguidas. Que así sea.
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