Foto: Marta G. Brea |
El pasado jueves, en la rueda de prensa del presidente Carlos Mouriño, el máximo mandatario del Celta afirmaba que la situación del filial era esperada, que era un año de cambio generacional y que se confiaba plenamente en el entrenador. Tan solo unos pocos días después el club cesa a Fonsi Valverde. ¿Ya no es una situación esperada? ¿No hay ya cambio generacional? ¿No se confía ya?
Todo empezó en verano. Fonsi no era la primera opción. Ni siquiera la segunda, no nos engañemos. Pero si el único que aceptó que alguien más que él podía decidir las alineaciones y que por ello también aceptaba el honorario que paga el Celta al entrenador de su filial. En resumen, una marioneta. Que además le ahorraba el sueldo de un preparador físico, al tener también la titulación necesaria para ello. Jugada redonda pensaron en Plaza de España.
Pensemos en la retaguardia. Le colocaron dos casi quinceañeros aun, por mucho futuro que tuvieran, en la defensa, junto a un lateral izquierdo traído de fuera que lo mejor que se puede decir es que tenía altura. Una defensa que hacía aguas con un puesto, el de la portería, donde la rotación era una constante y no se apostó por el producto de la cantera a última hora.
Las goleadas caían sin remedio. Hasta que se le fichan dos defensas de experiencia y le dejan apostar por el lateral que él había traído del Alondras. El equipo empezaba a carburar y la calidad de los jugadores de arriba se hacía notar. Pero entonces las lesiones tampoco ayudaron: Pillado, Ruben, Raúl Navas… La marioneta se iba a acabar rompiendo.
Los jugadores pasaban en muchos casos de ser titulares a la grada, y viceversa. A los pocos que había pedido el entrenador no le dejaban darle confianza, había que apostar por los grandes fichajes de Torrecilla y/o Toni Otero, en lugar de creer en la persona que les veía entrenar todos los días. Sin contar la escapada de buenos jugadores que habían dejado producirse en verano.
Aunque la situación era complicada, con la vuelta de Madinda de la Copa Africa, de Ruben de su lesión y con los fichajes de invierno se podía ver el futuro con optimismo. Pero la derrota del domingo ante el Marino agotó la confianza que tres días antes era enorme. No es Fonsi hombre tampoco de aspavientos ni de gritos, y a esos los jugadores le toman el pelo. O eso dicen. Aunque a lo mejor es su culpa que Jota fallase el penalti de la remontada tirándolo a lo Panenka. Espero que Pichi Lucas tengo mejor suerte con los penaltis.
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