Ayer me fui de Balaídos con dos sensaciones muy extrañas, dos pensamientos encontrados y antagónicos que me sumergían en un mundo de muchas dudas y alguna esperanza. Pienso que todo esto puede resumirse en la figura de Paco Herrera, pues, al fin y al cabo, el motivo de esta disparidad de sentimientos deriva de sus propias decisiones, de su propia manera de ver el fútbol, que hicieron que presenciásemos a un Celta muy distinto en la segunda mitad en relación al equipo que saltó al césped durante los primeros cuarenta y cinco minutos.
Al comienzo del partido, Herrera dio con la tecla. Sinceramente, aunque ayer haya salido mal, espero y confío en que el catalán tenga la suficiente valentía para mantener esa idea de juego, ese esquema. Quizá con algunos retoques, hombre por hombre, pero en definitiva la misma filosofía. Una filosofía que va a permitir que presenciemos un Celta que sabe a lo que juega, con capacidad para inventar y doblegar a su defensivo rival por caminos muchos más vistosos y, en general, más efectivos que el pelotazo largo.
La incursión de Joan Tomás por Natxo Insa fue una auténtica bendición, pues los celestes, mucho más atrevidos, consiguieron colocar al catalán entre líneas, a la espalda del centro del campo rival con libertad para aparecer por cualquier lugar del frente de ataque. Por detrás un Bustos eminentemente destructivo y un Álex López igual de solidario en defensa pero más liberado en ataque, con un mayor radio de acción. El equipo, que antes contaba con tres atacantes y medio, sumaba ahora cinco hombres con llegada al marco rival, lo que se notó sobremanera. El Celta dominó el partido, encerrando a Las Palmas atrás y con una defensa adelantada que, aunque arriesgada, no cometió ningún error en este aspecto. Arriba, la movilidad era la tónica y poco tardaron en aparecer las ocasiones ante la multitud de variantes disponibles. En todas ellas había un denominador común: Joan Tomás. El ex del Villarreal B fue, en mi opinión, el mejor del Celta, pues de sus botas salieron las jugadas más peligrosas de los vigueses. Un ejemplo fue un balón al hueco a De Lucas, quien cedió para David que, a puerta vacía, envió al larguero. Pienso que lo del talaverano es algo preocupante. Muchos dirán que lleva un montón de goles con el Celta, pero no es normal todo lo que falla. Ayer, para anotar el gol del empate, necesitó de dos ocasiones claras marradas antes. Con un mínimo de efectividad, hubiese sido Pichichi el año pasado y este año llevaría ya diez goles.
El gol de Las Palmas, en el enésimo fallo a balón parado, no amedrentó a un Celta que siguió intentándolo, bajo la batuta de Álex López y Joan Tomás. De un pase magistral de este último salió el empate vigués, en una jugada en la que David sí fue capaz de resolver frente a Barbosa. Tablas en el electrónico y sensación de superioridad de un Celta que parecía muy capaz de llevarse los tres puntos en la reanudación. Pero tras el descanso, la hecatombe. Aunque con menos brillantez, el Celta siguió dominando durante los primeros compases hasta que Herrera tomó un par de decisiones que llevaron a los vigueses por el camino de la perdición.
El catalán sacó del campo a De Lucas, en favor de Dani Abalo, en lo que fue una sustitución totalmente incomprensible, pues la aportación del arousano fue nula. Mientras De Lucas, quien puede tener buenos o malos partidos, siempre es sinónimo de peligro, Abalo es todo lo contario. Suena duro, pero su presencia en el campo provoca en el Celta una inferioridad numérica manifiesta: no da un pase a derechas, es incapaz de desbordar, sus centros siguen siendo pésimos… Si se quiere que vuelva a ser aquel jugador que parecía que iba a ser, lo mejor será buscarle una salida, pues en este Celta su crédito se ha acabado y su progresión se ha estancado. Tampoco entendí lo de Joan Tomás por Iago Aspas, pues el mediapunta estaba siendo de lo mejor de este Celta, mientras que el de Moaña empieza a coger la senda que tiempo atrás siguió Abalo, y que, de continuar así, terminará por convertirlo en un futbolista intrascendente. Por desgracia, lo de quitar a los mejores futbolistas del equipo para buscar soluciones que sólo aparecen en su mente es algo común para Herrera, pues ya lo hizo en Granada con el resultado que todos conocemos. Mi cambio, sinceramente, habría sido un Orellana que, sobre todo en la segunda mitad, estaba ralentizando demasiado el juego del Celta, reteniendo en demasía la pelota en sus pies.
Sin embargo, Herrera optó por otras opciones y se equivocó. En cambio, la única sustitución que acertó, fue hecha por obligación. La lesión de Hugo Mallo, que no estaba cuajando un buen partido, propició la entrada de un Bellvís que cumplió y que pide a gritos una oportunidad de verdad ante su buen rendimiento y el bajón de juego que vive el de Marín. Un futbolista, el lateral, desconocido en este inicio de campaña, al igual que Cristián Bustos, muy lejos del gran nivel del año pasado y que ayer, sobre todo en el segundo acto, se aburrió de dar malos pases y llegar tarde a las coberturas.
El Celta perdió capacidad ofensiva, mientras la defensa ganaba en despropósitos. Podríamos escribir páginas y páginas sobre los errores del Celta a balón parado, pues lo de ayer fue un nuevo capítulo más de esta pesadilla. En tres ocasiones lograron anotar los amarillos con el juego detenido (una fue anulada por fuera de juego), algo que en mi vida había visto en ningún equipo de fútbol. No acabo de concebir como Herrera, consciente del déficit del equipo en este aspecto, se empeña en defender en zona, una táctica arriesgada y que precisa de una gran seguridad y confianza defensiva que el Celta no tiene. En el primer gol, a los amarillos sólo les bastó colocar un rematador en un espacio no cubierto por ningún futbolista del Celta para rematar. Algo parecido sucedió en el tanto anulado. Del gol que supuso la victoria visitante podremos echarle la culpa al árbitro, reclamar que fue falta y asegurar que, otra vez, nos han robado dos puntos. Lo cierto es que la tragedia venía mascándose desde mucho antes y el gol era cuestión de tiempo. Minuto 85 y jugada a balón parado son sinónimo de desgracia para el Celta. Ocurrió contra el Elche y aconteció también ayer, y, de seguir así, no tendrá fin.
En resumen, Herrera mejoró y empeoró a este Celta. Su planteamiento inicial es de aplaudir, pero su actuación en la segunda mitad es para que, tal y como sucedió, fuera silbado por momentos. Ayer vimos las dos caras que puede mostrar este Celta. La primera, parecida a la del curso pasado, un equipo peligroso y con frescura en ataque; la segunda, similar a la de los tres primeros años en Segunda y al final de la campaña anterior. Si optamos por la primera opción, los vigueses estatarán a final de año luchando en lo más alto; si no, ya podemos lograr cuanto antes los 50 puntos que, más o menos, aseguran la permanencia. Está en su mano.
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