Álex López, un futbolista diferente


Agosto de 2010: primer partido de la temporada en Balaídos. Subo las escaleras despacio, como siempre, hasta mi asiento en la última fila, pendiente de poner nombre a los once hombres que hacen ejercicios de calentamiento cerca de la grada de Gol. Entre ellos, alguien extraño, del que no había tenido noticias durante el verano. Mi padre pregunta: ¿Quién es el 29? Álex López, contesta el speaker.

No hizo falta que nadie lo presentase, pues echó a rodar el balón y él ya se encargó de darse a conocer. Buen manejo de la pelota, criterio en el pase, sacrificio colectivo, llegada… No ofrecía ni el último pase de Trashorras, ni la velocidad de De Lucas, ni el gol de David Rodríguez. Era algo diferente. Un todocampista de los que ya no quedan. Un bregador, pero, a la vez, un futbolista creativo.

Su rendimiento fue brillante durante los dos primeros tercios del campeonato convirtiéndose en indiscutible y relegando al banquillo a un distraído Michu. Posteriormente, se diluyó con el equipo, dejando de contar en las últimas fechas, perjudicado por el sistema de tres centrales que lo relegaba a un papel secundario.

En mi opinión éste debe ser su año, el de la consagración de uno de los futbolistas diferentes con los que cuenta este equipo. Un todoterreno de los que en Inglaterra llaman “box to box”, capaz de mancharse en el barro con los guerrilleros del equipo, así como de integrarse dentro del grupo de los magos del balón. El de la ciudad departamental debe ser, desde el centro del campo, el perfecto director de orquesta que consiga unificar tambores y violines para tocar la sinfonía del ascenso.

Moi Celeste

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