El mago que me hechizó


El celtismo vivía en 1996 uno de sus veranos más ilusionantes. Por aquel entonces, el Celta firmaba un contrato con Canal Plus con lo que aumentaba sus ingresos en más de 1.000 millones de pesetas. Aquello permitía a Horacio Gómez que el club pasase a ser con aspiraciones a Primera División. En pocos días se confirmaba la llegada de nombres importantes como Del Solar, Sánchez, Dutuel y, por encima de todos, el campeón del mundo con Brasil, Mazinho. Como punto de partida, el club realizó una macropresentación el 17 de julio con conciertos, fuegos artificiales, el estreno de Celestino. En medio del júbilo, el presidente anunciaba la contratación de dos jugadores: Mostovoi y un tal “Ramiro”, que es lo que me pareció entender aquel día. Al día siguiente descubrí que ese tal “Ramiro” era en realidad Revivo, un jugador israelí que llegaba procedente del Maccabi Haifa. Un fichaje curioso ya que los miembros de la dirección deportiva aprobaron su contratación viendo solo unos videos, nunca observándolo en directo.


Uno sentía especial interés por ver el juego de este atacante de exótica procedencia y la primera impresión fue maravillosa. Se trataba de un Memorial Quinocho en el que nos enfrentábamos al Athletic. El israelí sorprendió por su velocidad, desborde y exquisita técnica. Aquel día comenzó mi admiración por el futbolista de Ashdod. Además, su religión le convertía en alguien especial. Por ejemplo, el Celta tuvo que adelantar un partido dos horas para que Revivo pudiera jugar la primera mitad e irse en el descanso a casa para cumplir los preceptos del Yom Kippur, la fiesta judía del perdón. Siempre recordaré aquel reportaje de “El Día Después” en el que se veía al atacante en el coche escuchando cintas de música en castellano para aprender nuestro idioma de camino a la Madroa. En su primera temporada, Haim Revivo fue el jugador revelación de un equipo que rindió por debajo de lo esperado, dejando muestras de su gran calidad. 35 partidos y 5 goles fueron sus números. En solo un año ya se había ganado mi admiración y cariño.

Si ya encandiló a la afición en su primer año en el segundo lo bordó. Previamente el club ejerció la opción de compra de 250 millones de pesetas para quedarse con sus derechos federativos. Con la llegada de Irureta al banquillo, el israelí se asentó como extremo izquierdo, el puesto en el que siempre será recordado. Junto a Karpin y Mostovoi formaba la mejor tripleta de mediapuntas que se recuerda en Balaídos, disfrutando de auténticos recitales. Junto a Mazinho, Michel Salgado y compañía asistimos a un ciclón de fútbol que desembocó en la segunda clasificación europea de nuestra historia. Aquel año Revivo jugó 34 partidos y anotó 7 goles, algunos de bellísima factura como el marcado al Athletic en San Mamés de volea. Aquella temporada el técnico del Barcelona, Van Gaal, comenzó a seguirlo de cerca y siempre se habló de su llegada al club blaugrana. El holandés tomó buena nota en un Celta 3 Barcelona 1, donde el zurdo culminaba de cabeza una preciosa jugada colectiva. Aquella tarde, el israelí enseñó en la celebración una camiseta que ponía “Lo + Revigo”, nombre que daría lugar a su peña.

Con Víctor Fernández como entrenador su rol no cambiaría, pero aparecieron unas molestias en su pubis que le hicieron perderse dos meses de competición. Pese a todo, fue un jugador clave en la temporada celeste y su leyenda creció el 8 de diciembre de 1998. Ese día el Celta jugaba en Anfield con el objetivo de defender la renta de ida contra el Liverpool. En el minuto 56, Revivo recibía un balón en tres cuartos de campo y comenzaba a recortar contrarios hasta plantarse en el punto de penalti y batir a James con un disparo con su pierna mala. Fue uno de los más maravillosos que recuerdo. Mi ídolo había marcado en uno de los grandes escenarios de Europa con una jugada en la que ensalzaba todas sus virtudes. La jugada perfecta y soñada por cualquier futbolista. Revivo no solo era bueno con la pelota en los pies, sino también a balón parado. Aquella temporada nos dejó un gran gol de falta directa al Mallorca. 9 goles en 26 partidos de Liga. Números excelentes para un jugador de banda. Balaídos vibraba con sus incursiones por banda, sus rotos a los laterales rivales y su excelente golpeo de balón.

Llegaba su cuarto año en Vigo y desgraciadamente el último. El fichaje de Gustavo López le restó protagonismo y con ello empeoraron sus números y rendimiento. Comenzó como mediapunta por una lesión de Mostovoi y a su vuelta se vio relegado al banquillo. Con 12 años no podía entender el papel secundario al que había sido relegado mi ídolo. Empecé a cogerle manía al entrenador y al extremo argentino a los que consideraba culpables de su situación, sobre todo al primero. Recuerdo un partido en Balaídos en el que no pude contener las lagrimas viendo que el mago de Israel se pasó el partido calentando y no jugó ni un minuto. 27 partidos y dos tantos.

Viendo que le faltaban oportunidades decidió abandonar el club y marcharse al Fenerbahçe por una cantidad cercana a los 800 millones de pesetas. Su marcha fue una de las noticias más tristes que recuerdo como celtista, sobre todo, por ver como se marchaba por la puerta de atrás y sin el reconocimiento que merecía. Ahora me sirve de consuelo saber que 11 años después, su recuerdo está tan presente como su primer nombre en la camiseta del Celta: Vivo.




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